domingo, 21 de septiembre de 2014
viernes, 4 de julio de 2014
martes, 20 de mayo de 2014
“El Sapo y la
canción del Mirlo” Max Velthuijs
Sobre hechos de
la vida y sentimientos difíciles
Mi hija trajo a la casa el libro “El Sapo y la canción del
Mirlo” de Max Velthuijs. Como siempre, quiso que se lo leyera de inmediato y al
hacerlo me encontré con una situación para nada nueva, pero que esta vez me
dejó pensando. El cuento trata sobre un Mirlo que aparece tendido en el pasto y
que es encontrado por animales que se preguntan qué le habrá pasado. Enseguida
pensé que el pajarito estaba muerto, pero tenía la extraña esperanza de que no
fuera así. En concordancia con mi sentimiento, los animales del cuento piensan
que tal vez está durmiendo, o que se encuentra enfermo, y sólo el último se
acerca para anunciar con toda naturalidad que el Mirlo estaba muerto y que
debían enterrarlo.
Confieso que mientras lo leía pensaba, casi sin darme
cuenta, si podría encontrar una palabra que “suavizara” la palabra muerte en caso que ese fuera el
desenlace y, claro, me resultaba espontáneo porque más de una vez lo había
hecho en algún relato que me había parecido poco adecuado para la edad de mi
hija. No hubo necesidad porque la Beatriz se adelantó y ella misma dijo “el
pajarito está muerto mamá”. Sentí alivio de no haber alcanzado a deformar el
cuento, pero me quedé con la impresión de haberme complicado más de la cuenta. Y
quizás me compliqué porque hablar de la muerte no dista mucho de hablar de
sexualidad, que aún estando en las antípodas, uno es el límite de la vida y el
otro en el comienzo de la misma, ambos parecen inquietarnos al momento de
hablarlos con nuestros hijos. Se nos dice que los tratemos con naturalidad, que
respondamos aquello que nos pregunten con verdad y acotándolo a lo preguntado,
pero lo cierto es que (al menos es lo que yo pienso) se trata probablemente de
algunos de los temas más enormes de la vida y sobre los cuales los hombres y
mujeres nos interrogamos desde el principio de los tiempos.
En el cuento los animales se entristecen, lo entierran
cariñosamente y luego, de un modo profundamente infantil, en el mejor sentido
de la palabra, deciden irse a jugar pues la vida vale la pena de ser vivida. Me
pareció una solución ingenua para mis cánones adultos, pero al mismo tiempo
propone un devenir circular donde la vida y la muerte se alternan para ofrecer
siempre nuevas oportunidades para no quedar detenidos en la melancolía.
Quizás el temor es a interrumpir, truncar o torcer la
idea de una infancia libre de sentimientos difíciles, como si nuestras hijas e
hijos no estuvieran familiarizados con el sufrimiento. Pero lo están; incluso
si todo ha resultado más o menos bien, igualmente la vida los envuelve de
experiencias profundas: las ansiedades de separación, la pérdida, los celos,
las envidias, la exclusión, en fin. Nuestros niños no necesitan ser abstractos
para ser profundos y tal vez nuestra tarea es encontrar modos particulares de
ir acompañándolos y no subestimándolos en esta carrera sin vuelta de complejización
de su vida emocional.
Mónica Vergara Monte-Alegre, mamá de Beatriz Contreras, Psicóloga clínica.
jueves, 24 de abril de 2014
Libros de Satoshi Kitamura
Un gato tiene sueño, pero no encuentra donde dormir: la sala
está llena de cosas, al lado tocan música, la cocina es caótica, el baño es
húmedo, en el muro de jardín hay otros gatos; al fin encuentra a la niña que lo
lleva al sillón para leer un libro y él se enrosca contento en su falda. Un perro tiene sed: va por el parque y
encuentra una manguera seca, un charco sucio, una fuente muy alta, un estanque
muy bajo; al fin, cuando parece a punto de saltar sobre el vaso de un niño, se
pone a llover y el perro abre feliz la boca. Probablemente han visto estos
libros (editados por FCE, a la mano en librerías), y a sus hijos les gusten, y
es interesante especular por qué.
Las historias de
Kitamura siempre muestran dificultades, imposibilidades, urgencias, que se
resuelven con sencillez. Para los niños parece ser un gran alivio ver que cosas
tan normales como dormir o tomar agua pueden no ser fáciles, y que buscar la
salida permite mirar el mundo, hasta que la solución, es tan inesperada como
natural. El caos no es una amenaza y la indecisión sirve para el juego.
Otro libro
genial de Kitamura es el enorme ¿Qué le pasa a mi cabello?, en el
que un león estupefacto se despierta urgido por arreglar su melena para una
fiesta. Parte al peluquero, una jirafa que le propone peinados de flor, nido,
ola, pulpo, tallarines, helado, cohete y estrella. Estos pelos inverosímiles
son propios del humor de los niños y de los espacios que adoran: el parque, la
comida, el mar, el espacio. Al fin, en la fiesta, el león sonríe y al lado el
enorme calado del libro permite al niño meter su cabecita; también propone
fabricar con papel una melena propia.
Kitamura (Tokyo,
1956) ha ilustrado más de cincuenta libros para niños, la mitad escritos por
él. No tuvo estudios formales de arte, que le significaban diez años como
aprendiz, y desde los 18 trabajó por cuenta propia. En 1979 se fue a Londres,
donde más de veinte editoriales rechazaron su trabajo, hasta que en 1983 logró
publicar y obtuvo sucesivos éxitos. Sus cuentos e ilustraciones han sido
animadas por la BBC y han recibido numerosos premios. Algo de su historia de
vida parece haber en estos libros, como en el último publicado en castellano, Igor,
El pájaro que no sabía cantar (2012): todos dicen que Igor es un pájaro
muy desafinado, tanto que deja el canto, pero al final, como siempre, hay una
salida. Esta vez es alguien que aprecia lo raro que él es. En algunas partes la
historia es tan desalentadora y triste que mi hija pregunta dónde está la mamá
de Igor… pero termina cantando, como si
escuchara a ese tordo solitario y dulce que encuentra a un amigo.
Por Marcela
Fuentealba, mamá de Josefa, periodista y editora de Hueders Libros
miércoles, 2 de abril de 2014
Dos libros de Jutta Bauer
Jutta Bauer es una ilustradora alemana que, tras pasar muchos años de trabajo con textos de otros autores, decidió comenzar a escribir e ilustrar sus propias historias. Con Madrechillona ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil de Alemania en 2001. Varios libros suyos han sido publicados en España por la editorial Lóguez. Entre ellos, estos dos.
Una pequeña casa en el bosque cuenta una historia muy simple, muy bonita, con poco texto y excelentes dibujos. Un ciervo vive solo en medio del bosque. A su casa llega un conejito, desesperado, porque lo persigue un cazador. El ciervo lo acoge y le da la mano. Más tarde llega un zorro, por la misma razón, y, aunque el conejito le tiene miedo, el ciervo los hace darse la mano y terminan los tres como grandes amigos, jugando a las cartas y compartiendo casa y comida. Pero más tarde llega el cazador con su perro, que piden ayuda porque están a punto de morir de hambre. El ciervo repite el gesto: todos se dan la mano y comparten un gran pastel de zanahoria. Es entonces una linda historia que pone el acento en la amistad, en la solidaridad y en la posibilidad de superar las diferencias. Como dato adicional, cada personaje se presenta en una estación distinta del año, lo que permite que los pequeños lectores aprendan sobre cómo se manifiestan los cambios en la vegetación y el paisaje con el paso de los días.
La reina de los colores es uno de los primeros y más lúdicos trabajos de Jutta Bauer. Malwida, la reina de los colores, aparece en blanco y negro en las primeras páginas y va llamando a sus súbditos, que se comportan de maneras inesperadas: si el azul es calmado y cubre el cielo, el rojo es indómito y peleador; cuando el amarillo se toma el espacio, ocurre que puede ser muy grosero y se pelea con Malwida, que en su enojo confunde los colores y todo se vuelve gris hasta que con sus lágrimas los despierta de nuevo y juegan hasta quedar agotados. El trazo del dibujo es muy simple cuando se trata de Malwida y cada color se presenta con lo típico que hace un niño sobre una hoja de papel: ¡muchas rayas que parecen no significar nada, pero que para ellos tienen nombre y forma! Dice la autora, en una entrevista, a propósito de las lágrimas de Malwida, que "para resolver los conflictos hay que pasar primero por la tristeza o el dolor". Es cierto, los niños lo aprenden, y este libro puede ayudar a explicar mejor el paso de una emoción a otra y cómo el llanto puede ser, a veces, un gesto liberador. Ojo, en todo caso: el libro es, sobre todo, juguetón, divertido, alegre y, por supuesto, con un final feliz de varias páginas y casi sin palabras.
Por Rodrigo Pinto, papá de Facundo y crítico literario
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