miércoles, 5 de agosto de 2015




Hilderita y Maximiliano      
Fernando Krahn
Kalandraka, 2004

Hace algunos días unos amigos le regalaron a Crescente, nuestro hijo mayor, un libro que, a pesar de su antigüedad, creo que vale la pena recomendar. La entrañable historia que el gran artista e ilustrador chileno Fernando Krahn (1935-2010) publicó por primera vez ya en el año 1968, Hilderita y Maximiliano, nos transmite un mensaje especialmente valioso a los padres y a nuestros hijos en la actualidad, considerando que nuestras familias se desenvuelven en una sociedad que cada vez se hace más competitiva, ambiciosa y exitista.
Los protagonistas del cuento son una pareja de chinitas que se enamoran a primera vista y pasan sus días disfrutando de la vida, hasta que deciden casarse y celebrar su matrimonio con una fiesta. Como Marqués y Marquesa, Hilderita y Maximiliano se despiden de su antigua vida y de sus amigos para emprender un largo viaje volando por los aires, pretendiendo llegar hasta la Luna. Sin embargo, las nubes y las tormentas no tardan en presentarse, así que se ven obligados a interrumpir su vuelo para protegerse en la rama de un árbol. Cuando pasa el mal tiempo, una estrella les comunica que pronto se convertirán en papá y mamá. Tras el nacimiento de sus diez chinitas, Hilderita y Maximiliano olvidan por completo su viaje a la Luna, porque encuentran la felicidad volando de rama en rama, de árbol en árbol, a pocos metros de la tierra, con toda su prole.
Mientras leíamos el cuento junto a Crescente, mi marido y yo empezamos a intercambiar miradas de sorpresa, porque nos sentimos cercanamente identificados con la historia de esta pareja de chinitas: empezamos a pololear muy jóvenes, viajamos, fuimos a fiestas y gozamos despreocupadamente de todo lo que vida nos ofrecía. Después nos casamos y también decidimos emprender un viaje y dejar nuestra vida aquí para ir a estudiar al extranjero, sintiendo que éramos libres y que podíamos llegar muy lejos. En Barcelona las fiestas, los viajes y los amigos se multiplicaron, y a pesar de que tampoco tardaron en aparecer contratiempos, sentimos que era el momento de tener hijos. Con el nacimiento de Crescente la vida nos cambió abruptamente, como nos pasa a todos. Al principio pensamos que las fiestas, los viajes, los amigos y los libros habían desaparecido como por arte de magia, y que todo había llegado a su fin. Pero a medida de que pasaron los meses de pronto nos dimos cuenta de que el mundo seguía intacto y que éramos nosotros los que nos habíamos olvidado de todo lo demás; de que esos primeros meses -tan maravillosos como intensos- del puerperio, no eran un paréntesis en nuestro viaje, porque ya no pretendíamos llegar a ninguna otra parte, experimentando con ello una real sensación de libertad frente a cualquier límite u objetivo impuesto… estábamos donde teníamos y queríamos estar, haciendo lo que teníamos y queríamos hacer, sin importar en qué latitud del universo, porque nos habíamos encontrado a nosotros mismos y nuestra vida había cobrado pleno sentido.
La historia narrada e ilustrada por Fernando Krahn, Hilderita y Maximiliano, no nos habla del “sacrificio” o la “renuncia total” con que muchas veces se apellida injustamente la paternidad y la maternidad, sino que, desde la otra orilla, describe con sutileza el modo en que la generosa entrega y el amor absoluto que los hijos despiertan en sus padres nos permiten habitar una dimensión sin límites ni fronteras. Leer y mirar este cuento con nuestros niños nos abre a la posibilidad de expresarles y agradecerles a ellos la extraordinaria experiencia de transformación que su llegada ha traído a nuestras vidas.

Daniela Picón. Mamá de Crescente y Olivia Ugalde.