Hilderita y Maximiliano
Fernando Krahn
Kalandraka, 2004
Hace algunos días
unos amigos le regalaron a Crescente, nuestro hijo mayor, un libro que, a pesar
de su antigüedad, creo que vale la pena recomendar. La entrañable historia que
el gran artista e ilustrador chileno Fernando Krahn (1935-2010) publicó por
primera vez ya en el año 1968, Hilderita
y Maximiliano, nos transmite un mensaje especialmente valioso a los padres
y a nuestros hijos en la actualidad, considerando que nuestras familias se
desenvuelven en una sociedad que cada vez se hace más competitiva, ambiciosa y
exitista.
Los protagonistas
del cuento son una pareja de chinitas que se enamoran a primera vista y pasan
sus días disfrutando de la vida, hasta que deciden casarse y celebrar su
matrimonio con una fiesta. Como Marqués y Marquesa, Hilderita y Maximiliano se
despiden de su antigua vida y de sus amigos para emprender un largo viaje
volando por los aires, pretendiendo llegar hasta la Luna. Sin embargo, las
nubes y las tormentas no tardan en presentarse, así que se ven obligados a interrumpir
su vuelo para protegerse en la rama de un árbol. Cuando pasa el mal tiempo, una
estrella les comunica que pronto se convertirán en papá y mamá. Tras el
nacimiento de sus diez chinitas, Hilderita y Maximiliano olvidan por completo
su viaje a la Luna, porque encuentran la felicidad volando de rama en rama, de
árbol en árbol, a pocos metros de la tierra, con toda su prole.
Mientras leíamos el
cuento junto a Crescente, mi marido y yo empezamos a intercambiar miradas de
sorpresa, porque nos sentimos cercanamente identificados con la historia de
esta pareja de chinitas: empezamos a pololear muy jóvenes, viajamos, fuimos a
fiestas y gozamos despreocupadamente de todo lo que vida nos ofrecía. Después
nos casamos y también decidimos emprender un viaje y dejar nuestra vida aquí
para ir a estudiar al extranjero, sintiendo que éramos libres y que podíamos
llegar muy lejos. En Barcelona las fiestas, los viajes y los amigos se
multiplicaron, y a pesar de que tampoco tardaron en aparecer contratiempos, sentimos
que era el momento de tener hijos. Con el nacimiento de Crescente la vida nos
cambió abruptamente, como nos pasa a todos. Al principio pensamos que las fiestas,
los viajes, los amigos y los libros habían desaparecido como por arte de magia,
y que todo había llegado a su fin. Pero a medida de que pasaron los meses de
pronto nos dimos cuenta de que el mundo seguía intacto y que éramos nosotros
los que nos habíamos olvidado de todo lo demás; de que esos primeros meses -tan
maravillosos como intensos- del puerperio, no eran un paréntesis en nuestro
viaje, porque ya no pretendíamos llegar a ninguna otra parte, experimentando con
ello una real sensación de libertad frente a cualquier límite u objetivo impuesto…
estábamos donde teníamos y queríamos estar, haciendo lo que teníamos y
queríamos hacer, sin importar en qué latitud del universo, porque nos habíamos
encontrado a nosotros mismos y nuestra vida había cobrado pleno sentido.
La historia narrada
e ilustrada por Fernando Krahn, Hilderita
y Maximiliano, no nos habla del “sacrificio” o la “renuncia total” con que
muchas veces se apellida injustamente la paternidad y la maternidad, sino que,
desde la otra orilla, describe con sutileza el modo en que la generosa entrega
y el amor absoluto que los hijos despiertan en sus padres nos permiten habitar
una dimensión sin límites ni fronteras. Leer y mirar este cuento con nuestros
niños nos abre a la posibilidad de expresarles y agradecerles a ellos la
extraordinaria experiencia de transformación que su llegada ha traído a
nuestras vidas.
Daniela Picón. Mamá
de Crescente y Olivia Ugalde.