martes, 16 de junio de 2015



Cuentos sobre lo diferente

Casualmente, durante dos semanas consecutivas, mi hija trajo a la casa dos libros que trataban de lo mismo: la reacción de las personas ante aquel que se nos aparece como venido de “afuera”.

En “La otra orilla” de Marta Carrasco, los niños deciden conocerse pese a estar separados por un río y pertenecer a pueblos distintos. Son latinos y europeos que poseen algunas diferencias raciales y culturales, pero también algunas similitudes fundamentales. El sentimiento que parece animar a los padres es el miedo, atribuyédole al de la otra orilla todo tipo de connotaciones negativas que sólo pueden verse desmentidas en la posibilidad de un encuentro donde quepa la intimidad.

En “El sapo y el forastero” de Max Velthuijs, los animales  hacen lo posible por expulsar a un recién llegado al que le suponen los males del infierno. Sus supuestas costumbres echarían a perder las supuestas idoneidades del pueblo. Sólo el sapo hace caso omiso de las advertencias y con cautela se acerca al extranjero, descubriendo en él las diferentes texturas de quien se ha abierto al mundo y que, por ende, ya ni siquiera se ofende demasiado con los rechazos  pues probablemente los entiende como ignorancias pueblerinas. Los aportes de este ratón afuerino terminan por permear las rigideces del pueblo, pero él debe a su vez seguir su camino.

Mis hijas tienden a ser conservadoras, les gustan las rutinas, las comidas conocidas, escuchan discos hasta rayarlos y ven películas hasta memorizarlas. En fin, no me parece que por el sólo hecho de ser niñas les sea fácil lidiar con la novedad. Sin embargo, porque todos hemnos sido testigos de cómo esas tendencias pueden permanecer inmutables en un ciudadano adulto, es que creo en el valor de intentar trabajar esta musculatura desde la infancia. Pequeñas experiencias de diversidad, invitaciones sin presión a vivenciar lo nuevo, conversaciones sobre tener ganas de rechazar y al mismo tiempo de temor a ser rechazado, cuentos que los ayuden a identificarse con ambos lados de un encuentro entre distintos, me parecen oportunidades particularmente nutritivas para remover ese deseo aparentemente tranquilizador de quedarnos en la comodidad de lo conocido.


Por  Monica Vergara, psicòloga y mamá de Beatriz y Camila Contreras.  


1 comentario:

  1. Gracias Mónica por tu comentario. Mi hijo mayor, Tiago, que estuvo en azulillo, y ahora pasó a la etapa colegio , leyó el cuento del Sapo y el Forastero y comentó en clases que él se sentía un poco como el forastero del cuento.
    Según su profesora este cuento ayudó mucho a verbalizar los sentimientos que tenía respecto a llegar como único alumno nuevo a un curso ya conformado.
    Bella y necesaria reflexión, el poder de los libros en la etapa infantil, en que un simple cuento puede ayudar a un niño a expresar lo que siente, pero no es capaz de traducirlo a palabras.

    Cristina Aburto

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