lunes, 29 de junio de 2015

Niño Gaspar, que viene del mar
Eduardo Guerrero del Río
Recrea Libros, 2014

Hace muchísimos años, una “adivina” me señaló que yo iba a ganar mucho dinero si me dedicaba a escribir literatura infantil. Pasaron los años, publiqué varios libros (entre ellos, tres de poesía) y no me animaba a hacerle caso a la adivina. Cuando nació mi primer nieto, Cristóbal, hace ocho años, escribí una especie de diario de vida, “Confesiones a mi nieto” (publicado en una edición reservada), en el que día tras día, desde su primer día de vida hasta que cumplió un año, le contaba sobre su crecimiento, sobre mi vida y sobre lo que estaba pasando en el mundo.  Y cinco años después, nace Gaspar, en ese momento mi tercer nieto. Nace en el agua, en un parto que ocasionó un cierto revuelo y que, incluso, tuvo una cobertura en la televisión. Y comencé a escribir mi primer libro de poesía infantil, “Niño Gaspar, que viene del mar”, compuesto por treinta poemas hermosamente ilustrados por Maritza Piña. En este poemario, escrito con el amor de abuelo, se entrecruzan algunas preocupaciones de mi vida de escritor, fundamentalmente la que se relaciona con el tema del lenguaje, con lo lúdico, con el juego de las palabras y de las imágenes. Sin duda, ha sido una experiencia más que gratificante, incluyendo la publicación en una editorial especializada en literatura infantil; el hermoso lanzamiento realizado el año pasado en el Instituto Cultural de Las Condes, en donde participaron mis dos nietos mayores (Cristóbal y Agustín) leyendo algunos poemas, en donde mi hija Macarena preparó una intervención teatral, en donde la premiada poetisa María José Ferrada dijo hermosas palabras y en donde por más de una hora estuve firmando libros para una audiencia infantil. Al principio, no tenía mayor conciencia de por qué el título del libro, más allá del aspecto fónico, de la rima entre Gaspar y mar; después, me di cuenta de que reflejaba el propio nacimiento de mi nieto, que sale del mar para llegar a irradiar ternura y alegría a quienes lo queremos. Espero que esta experiencia de escribir para niños continúe. Lo que sí me ha sorprendido mucho es la acogida que ha tenido este poemario, sobre todo por niños que les piden a sus madres que les lean los poemas. Por tanto, esta es una invitación para que conozcan este libro nacido no solo de mi interés por la escritura sino más que nada, nacido del amor.

Eduardo Guerrero del Río

Abuelo de Gaspar Guerrero

martes, 16 de junio de 2015



Cuentos sobre lo diferente

Casualmente, durante dos semanas consecutivas, mi hija trajo a la casa dos libros que trataban de lo mismo: la reacción de las personas ante aquel que se nos aparece como venido de “afuera”.

En “La otra orilla” de Marta Carrasco, los niños deciden conocerse pese a estar separados por un río y pertenecer a pueblos distintos. Son latinos y europeos que poseen algunas diferencias raciales y culturales, pero también algunas similitudes fundamentales. El sentimiento que parece animar a los padres es el miedo, atribuyédole al de la otra orilla todo tipo de connotaciones negativas que sólo pueden verse desmentidas en la posibilidad de un encuentro donde quepa la intimidad.

En “El sapo y el forastero” de Max Velthuijs, los animales  hacen lo posible por expulsar a un recién llegado al que le suponen los males del infierno. Sus supuestas costumbres echarían a perder las supuestas idoneidades del pueblo. Sólo el sapo hace caso omiso de las advertencias y con cautela se acerca al extranjero, descubriendo en él las diferentes texturas de quien se ha abierto al mundo y que, por ende, ya ni siquiera se ofende demasiado con los rechazos  pues probablemente los entiende como ignorancias pueblerinas. Los aportes de este ratón afuerino terminan por permear las rigideces del pueblo, pero él debe a su vez seguir su camino.

Mis hijas tienden a ser conservadoras, les gustan las rutinas, las comidas conocidas, escuchan discos hasta rayarlos y ven películas hasta memorizarlas. En fin, no me parece que por el sólo hecho de ser niñas les sea fácil lidiar con la novedad. Sin embargo, porque todos hemnos sido testigos de cómo esas tendencias pueden permanecer inmutables en un ciudadano adulto, es que creo en el valor de intentar trabajar esta musculatura desde la infancia. Pequeñas experiencias de diversidad, invitaciones sin presión a vivenciar lo nuevo, conversaciones sobre tener ganas de rechazar y al mismo tiempo de temor a ser rechazado, cuentos que los ayuden a identificarse con ambos lados de un encuentro entre distintos, me parecen oportunidades particularmente nutritivas para remover ese deseo aparentemente tranquilizador de quedarnos en la comodidad de lo conocido.


Por  Monica Vergara, psicòloga y mamá de Beatriz y Camila Contreras.