Cuentos sobre lo diferente
Casualmente,
durante dos semanas consecutivas, mi hija trajo a la casa dos libros que
trataban de lo mismo: la reacción de las personas ante aquel que se nos aparece
como venido de “afuera”.
En “La otra
orilla” de Marta Carrasco, los niños deciden conocerse pese a estar separados
por un río y pertenecer a pueblos distintos. Son latinos y europeos que poseen
algunas diferencias raciales y culturales, pero también algunas similitudes
fundamentales. El sentimiento que parece animar a los padres es el miedo,
atribuyédole al de la otra orilla todo tipo de connotaciones negativas que sólo
pueden verse desmentidas en la posibilidad de un encuentro donde quepa la
intimidad.
En “El sapo y el
forastero” de Max Velthuijs, los animales
hacen lo posible por expulsar a un recién llegado al que le suponen los
males del infierno. Sus supuestas costumbres echarían a perder las supuestas
idoneidades del pueblo. Sólo el sapo hace caso omiso de las advertencias y con
cautela se acerca al extranjero, descubriendo en él las diferentes texturas de
quien se ha abierto al mundo y que, por ende, ya ni siquiera se ofende
demasiado con los rechazos pues
probablemente los entiende como ignorancias pueblerinas. Los aportes de este
ratón afuerino terminan por permear las rigideces del pueblo, pero él debe a su
vez seguir su camino.
Mis hijas
tienden a ser conservadoras, les gustan las rutinas, las comidas conocidas,
escuchan discos hasta rayarlos y ven películas hasta memorizarlas. En fin, no
me parece que por el sólo hecho de ser niñas les sea fácil lidiar con la
novedad. Sin embargo, porque todos hemnos sido testigos de cómo esas tendencias
pueden permanecer inmutables en un ciudadano adulto, es que creo en el valor de
intentar trabajar esta musculatura desde la infancia. Pequeñas experiencias de
diversidad, invitaciones sin presión a vivenciar lo nuevo, conversaciones sobre
tener ganas de rechazar y al mismo tiempo de temor a ser rechazado, cuentos que
los ayuden a identificarse con ambos lados de un encuentro entre distintos, me
parecen oportunidades particularmente nutritivas para remover ese deseo
aparentemente tranquilizador de quedarnos en la comodidad de lo conocido.
Por Monica Vergara, psicòloga y mamá de Beatriz y Camila Contreras.
Gracias Mónica por tu comentario. Mi hijo mayor, Tiago, que estuvo en azulillo, y ahora pasó a la etapa colegio , leyó el cuento del Sapo y el Forastero y comentó en clases que él se sentía un poco como el forastero del cuento.
ResponderEliminarSegún su profesora este cuento ayudó mucho a verbalizar los sentimientos que tenía respecto a llegar como único alumno nuevo a un curso ya conformado.
Bella y necesaria reflexión, el poder de los libros en la etapa infantil, en que un simple cuento puede ayudar a un niño a expresar lo que siente, pero no es capaz de traducirlo a palabras.
Cristina Aburto